A lo largo de décadas se han demostrado estudios científicos de carácter hereditario, y como ya sabemos estamos fuertemente influenciados por una carga genética que nos hace ser de una determinada manera. También sabemos, que somos lo que hemos vivido, conforme a nuestras experiencias, tanto buenas como malas, pero hoy quiero ir más allá de un simple papel Biopsicosocial, hoy quiero hablar de algo que a veces no se quiere ver pero está ahí, hablo de la educación. Educar, no es una simple palabra de traspasar las formas de diálogo, respeto, amabilidad, moralidad y legalidad, que a veces se enseñan de forma errónea, educar es muchas cosas. Educación no sólo para la sociedad sino para la propia persona, me refiero a educar el corazón, no el conocimiento. Educa a tu hijo/a de tal manera que cuando sea adulto/a sea capaz de saber qué es el perdón, que se vista de honestidad todos los días de su vida, sólo así podrá llegar lejos. Educa a tu hijo/a para que sea capaz de ser una persona competente y no influenciable. Educa a tu hijo para que sepa que llamar puta a una mujer no le hace más hombre, edúcalo para que sepa que la virtud de las mujeres no se llama virginidad, sino inteligencia y libertad. Educa a tu hija para que sea fuerte, independiente e inteligente. Educa a tu hija para que comprenda que machacar a otra chica verbalmente hace que las mujeres no avancemos.
Hay algo que vale más que saber mucho académicamente, la sinceridad. Educa a tu hijo/a para que entienda que no debe esperar nada de nadie, sino todo de él/élla. Educa a tu hijo/a para que crea firmemente en sus principios y sea lo suficientemente grande para defenderlos.
Educa para que entienda y reconozca sus emociones y sentimientos, la adolescencia no se basa en adoptar una identidad hipotecada, es decir, patrones adultos, sino vulnerables para que así crezcan dándose cuenta de sus fallos. No le des facilidad para apoderarse de todo, sólo dale alas para que crezca dentro de sus actitudes y decisiones, caídas y sacudidas.
Hazle saber por favor la idea de que tiene que ser una persona libre, por derecho, en todo lo que haga en su vida, sea hombre o mujer. Demuéstrale que la dependencia emocional es sinónimo de anulación personal, pero que también la generosidad es sinónimo de buen corazón. No te vale de nada ser una persona aparentemente inteligente si no eres otra persona emocionalmente madura, que sabe ver dentro de sí y también de los demás. No te vale de nada ser alguien que se sabe todas las leyes si no sabes lo que es la justicia y no eres capaz de adoptar planes efectivos para personas con necesidades ya sean con diversidad, familias, niños, ancianos, ricos o pobres. No eres nadie porque tengas mucho dinero si no quieres compartirlo, y tampoco eres nadie si siendo persona te creas alguien para quitarle el derecho de vida a otra persona con las mismas funciones organísmicas que las tuyas.
Cuando era una niña creía que vivir en la ciudad era la mejor de las ideas, pero me estaba convenciendo de algo que por supuesto no es totalmente cierto. Siempre he sido de familia de naturaleza, mi madre se había criado en un rincón de este pequeño paraíso totalmente ajeno a la civilización, recuerdo que de niña siempre iba de visita a ver a los abuelos, yo siempre lloraba y berrinchaba porque por esos trayectos me mareaba, era algo por lo que no estaba dispuesta a pasar y siempre me ponía con el ceño fruncido. Recuerdo que salíamos a hora muy temprana, porque eran muchos kilómetros me decían, y a mi no me gustaba tener que madrugar, por el camino pasaba de ver coches y negocios hasta senderos, árboles, personas de viejas costumbres, en fin, otro mundo.
Siempre deseaba llegar a mi destino para que se acabara el mal trago que pasaba en el trayecto de camino en el coche, las carreteras con grandes curvas para los niños pequeños es lo que tiene, pues un niño pequeño es hedonista, se aleja del dolor y se acerca al placer, cierra los ojos y se sumerge en su mundo tanto, que no aprecia lo que es posiblemente otro mundo ajeno a ellos. Una vez llegaba, lo cierto es que siempre me recibían bien, lo cual no entendía muy bien por qué, sólo quería que me dejaran un respiro después de horas sentada y a la espera, pero a pesar de ello, me servían el desayuno en la cocina, y a mis padres el típico café mañanero que se agradece en un ambiente tan frío. Esa es otra, odiaba el frío, a los niños no les gusta sentirse no cálidos por eso, más se sumaban las razones por las cuales encerrarse a no apreciar un sitio así, donde no tener amigos para jugar lo que restaba más puntos. A medida que iba pasando el día, me iba acomodando a aquel lugar, un lugar de familia acogedor, donde recuerdo que un abrazo a mis abuelos siempre me hacía sentir bien, esas comidas que te prepara la abuela que repites dos o tres platos más, un lugar lleno de apreciables animales, limoneros, naranjeros, flores y llamativos árboles. Recuerdo que sobre el mediodía a las 12:00 aproximadamente, salía el sol, y en los días de primavera aquello era tremendamente lujoso, solíamos reunirnos todos a pasar el rato bajo el sol en el patio de la entrada, yo como niña haciendo de las mías y los adultos contando anécdotas. Hasta que pasaba otro fin de semana y se repetía la misma historia, la de resistirme a aquello.
Pero la verdad que con los años y la edad, vas creciendo en etapas de presión, estrés y mucho que desear y la verdad que necesitas desconectar de vez en cuando.
Desde hace unos pocos años atrás, empecé a abrirme a otras ideas, y dicen que quien logra abrirse a otras ideas nunca vuelve a su tamaño original, pues definitivamente yo logré ese paso. Me percaté de que me encantaba lo diferente, me encantaba la paz, la tranquilidad, el aire puro, disfrutaba en la naturaleza, era el lugar idóneo para una persona introspectiva como yo Recuerdo que habían días que quería que llegara para poder estar en ese sitio, me llevaba mis apuntes para estudiar, me encantaba estar estudiando bajo el sonido de los pájaros y los árboles, en un rincón donde podías procesar mucho mejor la información que leías. Otras veces me llevaba libros para envolverme en aventuras que te hacen vivirlas en primera persona, en compañía de todo aquello y de vez en cuando de los sonidos de los moteros que rondaban por la zona. Cada amanecer era una bendición, tu vista te da las gracias de vez en cuando por lo que le regalas y te das el lujo de guardar. Todo aquel que lo ha vivido sabe de lo que hablo.
Pero definitivamente, no sólo me quedo con ese recuerdo, habían dos personas que habitaban aquella casa, y uno de ellos en concreto, fue la persona que más me marcó, sobre todo porque empecé a pasar más tiempo con él cuando tenía uso de razón. Él era la persona que quedaba, abundaba la casa de compañía, no hablaba mucho, pero sabíamos que algo había. Realmente me reconfortaba ver que él estaba allí, descansando tras muchos años de vida, de darlo todo, descansando de lo que para mí empezaba. Siempre me daba bromas, yo solía mirarme mucho en el espejo y él se reía. Ahora que ya no está, ese lugar ya no es el mismo, ya no voy tanto como antes, y no se imaginan las ganas que siempre tengo de revivir aquellos momentos, todos los días me acuerdo de él, hace tres años que no está, pero para nosotros es sólo una pérdida física.